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La Bisbal del Penedès es un pueblo
grande con título de villa, concedido por la reina regente María
Cristina, donde el carácter agrícola se mezcla con el señorial gracias a
los edificios integrados en el caserío. Es un pueblo limpio y bien
urbanizado, con parques hermosos, como el que rodea a la iglesia, y
otros recoletos y muy agradables, como el que está junto a la ermita de
Fátima, moderna construcción simulando otra más antigua, en piedra sin
enfoscar.

Su pasado romano está claro, pero no
tiene relación con el miliario hincado en la plaza Onze de Setembre,
a la salida de la villa, que fue llevado a La Bisbal desde una finca
particular de Sant Vicenç de Calders.
Fue del señorío de los Fontallada
(despoblado del Penedès),
al inicio de la Edad Media, pero también aparece como señor en algún
momento de su historia (por poco tiempo) el abad de San Pedro de Roda.
Hasta la abolición de los señoríos en el siglo XIX, La Bisbal tendría
como señores a los Salbà, Ivorra, Copons y Vilallonga, sucesivamente,
apellidos de la misma familia que iban recibiendo la villa en propiedad.

Su castillo, perteneciente a los Salbà, aparece documentado en la Edad
Media, se encuentra cerca de la plaza y aunque fue derribado y sus
piedras fueron utilizadas para otras construcciones, han aprovechado
algunos restos para integrarlos con otros modernos y lograr un efecto
interesante. Ahora lo que fuera castillo está dedicado a actividades
culturales.
Más antigua que el castillo es la torre
de l’Ortigós, documentada a principios del siglo XI, restos de una
antigua atalaya de vigilancia que se asienta entre casas de moderna
construcción, mostrando sus hiladas de opus spicatum. Forma un
pequeño núcleo donde destaca la antigua masía Alegret, con torre
cuadrangular y bodega y el Mas del Sol. Su origen, tal y como demuestran
los restos encontrados, sería ibérico, aunque aparece en los documentos
a partir del siglo XI. Durante los siglos XIII y XIV perteneció a la
familia Guanesch, por testamentaría de Berenguer, religioso.

La Iglesia de Santa María, neogótica,
edificada sobre los cimientos de un más venerable edificio religioso,
muestra su torre octogonal a mucha distancia, caracterizando la villa.
En su interior aparecen los escudos de los Salbà y en el suelo fueron
enterrados algunos miembros de la familia.
 
 Descansando junto a la ermita de Fátima
tres señores, que se calentaban al sol primaveral, nos contaron que
existió una taberna antigua, junto a la riera, cerrada hace unos 16
años, donde el dueño hacía un rasolí, “el mejor de toda la comarca”, a
cuyo calor se reunían los domingos por la tarde, “pero se murió sin
darnos la receta”.
 
 La búsqueda nos permitió ver un conjunto de manantial
y lavadero, a la orilla de la riera, rodeado de una vegetación
descuidada y por ello más evocadora, además del conjunto de las casas
del Torrent y Cal Ventura, donde tan buen rasolí se bebía.
 
 Un poco después tomábamos una cerveza en
el casino, previamente habíamos comprado unas magdalenas exquisitas en
una panadería cercana. La fachada del casino está adornada por placas de
cerámica con las marcas obtenidas por los castellets de otras
localidades (en La Bisbal no tienen colla propia). Mientras
descansábamos y preguntábamos por el guiso típico del lugar, nos
contaron que por año 2000 rigió la parroquia un sacerdote que había
estado en Ruanda de misionero, mosén Cabriol. Organizaba el sopar de
fam para mandar el dinero recaudado a aquella parte de África. La
iglesia siempre estuvo llena mientras él la dirigió, pero, cura
progresista, duró dos años y volvió a Ruanda. Recuerdan que hacía subir
a la gente al púlpito para que todos escucharan aquello que les
preocupaba o les hacía felices. Vaya desde aquí nuestro homenaje para
los sacerdotes implicados en temas sociales.

Nos faltaba ver la ermita de Santa
Cristina, en mitad del bosque de pinos jóvenes (parece que a causa de un
incendio). En 1804 se acabó su construcción, pero existía otra más
antigua y, al parecer por los elementos integrados, sería románica,
aunque tiene arcos ojivales. A unos treinta metros en línea recta de la
ermita hay una torre, y una lápida explica el origen: “Casa den Bernart
Jofre, poblador del lloc de Santa Cristina y constructor de la ermita.
1211”. Se adosa al templo un cubo de piedra enfoscada. Los restos de la
torre tal vez pertenezcan a lo que fue Casa Fortificada de Santa
Cristina, a su lado está la cueva del mismo nombre. Por los alrededores
hay una fuente con merendero construida en 1955.
Recomendamos la visita a alguna de las
masías de La Bisbal. La Masia Freier es del siglo XV. La conocida como
Hostal del Taronger, está restaurada en parte. Magnífica es Mas
Llagostera, cerca de la ermita de Santa Cristina. Y la considerada más
antigua, Mas La Riba.

Las actividades culturales de sus
habitantes –alrededor de dos mil- son destacables. Están coordinadas por
la Societat Cultural i Recreativa Bisbalenca. Ofrecen
representaciones teatrales, excursiones, actividades populares con sus
propios grupos, organizan el Carnaval, exposiciones, conciertos.
Gestionan els Gegants (Sebastià i Margarida), capgrossos,
gegantons y el grup de grallers. El Club Segle
XX-Poliesportiu se ocupa de las actividades deportivas. Tiene lugar
en esta villa los encuentros de puntes a coixí.
Celebran dos fiestas mayores, la de
invierno, en enero, dedicada a San Sebastián y la de agosto a la
Asunción. Además de la romería a la ermita de Santa Cristina el Lunes de
Pascua. El día del Corpus puede verse la tradicional procesión del Pa
Benëit.
Tienen, como es habitual en el bien
organizado agro catalán, una Cooperativa agrícola. Su producción de vino
y aceite se complementa con granjas de aves y cerdos y rebaños de ovino
que pastan libremente por rastrojos y otros pastos. Se acompañan de
industrias de textil y piensos.
©
Isabel Goig e Israel Lahoz
"Una
mirada sobre el Baix Penedès"
http://www.tarragona-goig.org
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