PAISANAJE

Josep Guardiola i Grau

 

La hermosa tierra de Tarragona es mucho más que su pasado romano, aunque esto haya propiciado la declaración de Patrimonio de la Humanidad. Será la luz única, el azul límpido del Mediterráneo que se refleja en el cielo, será el clima suave, o una mezcla de todo ello, aderezada con el cultivo de la almendra, la avellana y la aceituna, lo que ha propiciado que de esa tierra salgan artistas irrepetibles y que otros, sin nacer en ella, la hayan elegido para vivir y crear.

Antoni Gaudí nació en Reus o en Riudoms, es igual, pues pocos kilómetros separan una población de otra. Su original obra estuvo inspirada en aquello que sus ojos infantiles iban aprehendiendo, en las formas que salían de las manos y la fragua de su padre, calderero de profesión. Josep Mª Jujol, que abrió los ojos en Tarragona, alumno de Gaudí, diseñaba con su propia inspiración, surgida en la misma tierra que su maestro y de lo que aprendió del propio Gaudí. En Els Garidells puede verse parte de su obra y en otros lugares de esta provincia catalana, en remates de torres de iglesias, en restauraciones de ermitas, levantando un templo para una virgen morena, parecida a la de Montserrat, el de Montferri... Era capaz de reconvertir un pedazo de hierro en relicario y que permaneciera para la posteridad.

 

Jaume MercadeJaume Mercader nació en Valls, en la comarca del Alt Camp, a la vera del río Francolí, que ve la luz en l’Espluga y desciende regando huertas, creando nieblas y aportando el ambiente necesario para que Mercader pintara esos hermosos cuadros que luego comentara Juan Antonio Gaya Nuño. Joan Miró, nacido en Barcelona, pasó años de su adolescencia en Mont-roig, en el Baix Camp, donde le enviaron sus padres para que sanara. De su estancia dejó plasmados bellos paisajes, “La Masieta” entre ellos, con técnica puntillista que abandonaría por la investigación y el juego con los colores. En la misma comarca, concretamente en La Selva del Camp, vería la luz el catalanista Ventura Gassol, mano derecha de Francesc Macià. Se exilió en 1936 y parte de su obra está inspirada en Tarragona.

El pintor Rafael Lozano Bartolozzi, escogió Vespella de Gaià para sus cuadros y, de paso, regir los destinos municipales del pequeño y precioso lugar, cuyas calles distinguió con nombres de colegas, entre ellos el de Joan Brossa. Muy cerca de Vespella, el cineasta Bigas Luna eligió Virgili, un pequeño núcleo casi medieval, para construir su hogar.

Pau Casals en la ONUPau Casals llevó siempre El Vendrell en su corazón. Allí puede verse su modesta casa natal y la calabacita que su padre –organista de la parroquial- mandó hacer para él. Estuviera donde estuviera volvía cada año a Sant Salvador donde se construyó una casa besada por su Mediterráneo, convertida también en museo. Frente a ella  un auditorio lleva su nombre. Todo en Vendrell está impregnado de Casals, de su música, de su espíritu. Sus restos fueron trasladados al cementerio del pueblo al poco de morir Franco pues ni muerto quería compartir la misma tierra que el dictador. Pared con pared de la casa natal de Casals se encuentra la que ocupara Ángel Guimerá, uno de los fundadores de la Renaixença, el poeta nacido por accidente en las Islas Canarias, llegado a Vendrell a los 8 años. De esa villa escribiría Guimerá: “El Vendrell, voltat de vinyes que el pagès amb el seu art exquisit treballa, carregades a l’estiu del fruit saborós d’on regala a doll fet el vi ardentíssim per a encendre la sang de les venes. El Vendrell, amb les seves arbequines de verdors cendrejants i eternes, ací i allà aixecant-se en parades com a pastor de ramats guardant els seus ceps que al seu entorn pasturen...”.

Otros tarraconenses no estuvieron capacitados para las artes, pero tocados con el seny y con la fortuna, dedicaron parte de ella al mecenazgo. Porque el espíritu se lo pedía, porque la sociedad lo veía con buenos ojos, o para quitarse, tal vez, la rémora de unos negocios, si bien lícitos en esos años como podía ser el tráfico de esclavos, no acordes con la nobleza a la que aspiraban. Eusebio Güell fue uno de estos mecenas.

L'AleixarLeyendo el estudio que J.J. Navarro Arisa le dedica a Antoni Gaudí, hemos encontrado otro de esos mecenas nacido en la provincia de Tarragona. Una vez muerto su fortuna sirvió para que el arquitecto hiciera realidad una de sus obras más importantes, “la Pedrera”. Su nombre era Josep Guardiola i Grau y había nacido en L’Aleixar.

L’Aleixar es una población vecina de Reus, Riudoms y Mont-roig, todos enclaves de la comarca del Baix Camp. Lugares protegidos por la sierra de la Mussara y, en el caso de Mont-roig, abierto al inminente Mediterráneo. Bosques, despoblados, masías, agricultura mediterránea con predominio del avellano y, en el caso de Reus, el enclave más importante, en cuanto a población e industria, de la provincia de Tarragona.

L’Aleixar perteneció al condado de Prades y fue importante su judería. Celebran fiestas a Blas, el santo al que se le debe rogar para que no enferme la garganta el tres de febrero y que tiene una ermita dedicada, y a san Martín, a quien está dedicada su iglesia parroquial.

Encina de L'AleixarSe enorgullecen los habitantes de este pequeño pueblo de contar con la encina más antigua de toda Catalunya que hunde sus raíces en la tierra de una masía de nombre real, “Borbó”, aunque también aparezca nominada como “Barbó”. Muy cerca de este venerable árbol, otro, un pino con nombre, el de “les Planes”, figura entre los más grandes de Catalunya.

Agregado a L’Aleixar fue el hoy despoblado de Mascabrers, enclave diminuto con un pozo que inspiró al dramaturgo de la Selva del Camp, Ventura Gassol, para la obra de teatro escrita en 1924 “La cancó del vell Cabrés”.

Josep Guardiola i Grau nació en 1831 y falleció en 1901. Parece ser que se dedicó, en Guatemala, al negocio inmobiliario y a la exportación e importación. Llegó a tener una plantación de café. Fue accionista del “Canal de Panamá”, donde, por cierto y a modo de curiosidad histórica, fue a parar, en la parte perteneciente a EE.UU., una estatua en bronce de Cristóbal Colón tomando por la cintura a una bella india que simbolizada a América, regalo de la emperatriz Eugenia de Montijo al pueblo panameño.

Enriquecido Guardiola, hizo como tantos otros indianos de todos los lugares, construir a mayor gloria de su nombre un hospital asilo, una escuela para niños pobres, el cementerio y otras obras de interés general en L’Alexia, su pueblo natal. Cuando, hacia 1860, volvió a España, portaba en el equipaje humano a alguien muy querido por él, una hija, de nombre Lola, habida con una mulata. Nacería otro hijo, pero ese quedó en Guatemala.

Guardiola fue un personaje interesante, tanto, que llegó a inventar un idioma universal. Sigamos a J.J. Navarro Arisa: “... se hizo, por sus propios medios, con una cultura práctica, pero vasta. Una prueba de esa inquietud intelectual es que se inventó un idioma universal, una especie de lengua franca que no debía sustituir a ningún idioma ya existente, sino servir para que los viajeros, marinos y mercaderes pudieses entenderse en todas partes. En 1893, y en París –quizá por pudor ante los comentarios que pudiesen hacer en su tierra-, publicó, pagando la edición de su bolsillo, una Gramatika uti nove prata (Gramática de una nueva lengua) llamada Orba y que debía servir como Kosmal Idioma (idioma universal)...”. Se trataba de mezclar los idiomas italiano, latín, inglés, francés y catalán. Sólo hemos encontrado una referencia a este idioma, en Internet, y únicamente formando parte de una relación de idiomas de similares características.

"La Pedrera"¿Cómo llegó la herencia de este hombre a financiar la Pedrera de Gaudí? Cuando Guardiola contaba sesenta años de edad y se mantenía soltero, viviendo alegremente entre París, Barcelona y L’Aleixar, a la vez que seguía participando en obras de interés, como el hospital de Sant Pau, en Barcelona, su hija Lola le presentó, un verano en sus propiedades del Baix Camp, a una muchacha de Reus, más joven que su propia hija, de nombre Roser Segimon i Artells, “un verdadero regalo para el reposo del maduro y todavía enérgico indiano”, según Navarro Arisa. Diez años después él moría y ella se convirtió en dueña de una importante fortuna a la edad de 32 años, a la vez que se había integrado en el mundo culto y refinado del marido.

En ese ambiente conoció a Pere Milà y Camps, más acorde con su edad, perteneciente a la burguesía catalana, empresario de la plaza de toros Monumental y fundador de algunos periódicos monárquicos. Por cierto, familia directa, tal vez hermano, del primer conde del Montseny, Josep María Milá y Camps, abuelo a su vez de los periodistas Mercedes y Lorenzo Milá.

“Pere Milà era un seductor –dice Navarro Arisa- (...) era la versión burguesa de un dandy victoriano, sin mucho fondo pero con bastante estilo (...) Milà amaba los automóviles, que entonces comenzaban a difundirse entre las personas pudientes. Tuvo uno de los primeros coches matriculados en Barcelona y, aprovechando que su tío era el alcalde, organizó la primera carrera de automóviles que se celebró en la ciudad. Era amigo de otros deportistas acaudalados, como el pintor Ramón Casas o Josep Bertrand (...) Otra de las costumbres de comienzos de siglo entre las personas ricas era ir a lujosos balnearios de aguas termales con el declarado propósito de curar la salud, tratarse de alguna dolencia y, sencillamente, reposar. En realidad los balnearios eran centros de animada actividad social y escenarios muy propicios para que las viudas opulentas como Roser Segimon o los jóvenes seductores como Pere Milà encontraran alivio a su soledad o una dote que resolviera la vida. La afortunada coincidencia de la heredera y el seductor se dio en ese año de 1903 en el balneario francés de Vichy, donde la viuda del indiano consolaba su pena y adonde Milà acudió en busca de aventuras”. Contrajeron matrimonio en 1905.

Cinco años más tarde, el matrimonio comenzó a vivir en “la Pedrera”, entonces ubicada en el límite entre Barcelona y el pueblo de Gràcia, integrado finalmente en la gran ciudad. Hubo problemas, parece que al matrimonio no le gustó nada el edificio, se negaron a que fuera coronado con la imagen, enorme, de una virgen y el arquitecto acudió a los tribunales para poder cobrar más de cien mil pesetas que los Milà se negaban a hacer efectivas.

Pere Milà murió en 1940, su mujer, Roser Segimon –“doña Rosario”- le sobrevivió veintitrés años, residiendo en el piso de la Pedrera, un espacio de más de mil trescientos metros cuadrados. A su muerte, y por indicación de ella, fue enterrada junto a su primer marido, Josep Guardiola i Grau, en L’Aleixar. Parece que fue mucho más feliz con éste que con el conquistador Milà. El dinero heredado sirvió, además de para financiar la obra diseñada por Gaudì, para la reconstrucción de la plaza de toros Monumental, de la ciudad Condal, cuya obra fue inaugurada en 1916.

© Isabel Goig Soler
https://tarragona-goig.org

L'Aleixar 

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©Isabel y Luisa Goig e Israel Lahoz, 2002