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Debo de
confesar que me considero un neófito en materias como el Arte o la
Arquitectura que a menudo me parecen la misma cosa. Mi poco bagaje de
conocimientos, en ese campo, me incapacita para hacer un análisis
técnico que posea cierto rigor. Por ese motivo me califico, a mi mismo,
de ser de aquellas personas que ven con el corazón. Considero bello todo
aquello que es capaz de despertar, en mí, sentimientos de ilusión e
incluso de pasión. Puedo emocionarme con un paisaje, una pintura o una
pequeña iglesia, con cosas que a muchos les pueden parecer irrelevantes
porque están hechas desde la sencillez o la escasez de medios y carecen
de la magnitud de los grandes monumentos. Desde este preámbulo os
invito, a los que leáis estas páginas, a que me acompañéis en mi paseo
por el Tarragonés y el Alt Camp, donde visitaremos parte de estas
comarcas en busca de la huella del gran arquitecto Josep Mª Jujol i
Gibert.
Saldremos de Reus en
dirección a El Morell y La Pobla de Mafumet, lugar al que llegaremos
después de haber realizado, lo que yo llamo, la “Ruta de las Rotondas”.
Resulta cuando menos curiosa, no sé si también igualmente efectiva, la
fiebre que se ha desatado por construir masivamente estas isletas
destinadas a regular el tráfico.

No
puedo pasar por La Pobla de Mafumet sin saludar a Montserrat y, abusando
de su amabilidad, dejar que los amigos que me acompañan se deleiten con
tantos y tantos detalles que
TARSICI
dejó en esos azulejos.
Hemos dejado atrás La Pobla de Mafumet y el complejo de las
petroquímicas que, poco a poco, se han integrado en paisaje urbano y nos
dirigimos a Perafort. Después de un ligero ascenso, la torre y el
campanario de la iglesia nos avisan de la cercanía de la población.

Sin
detenernos, aunque en cualquiera de estos pequeños pueblos es fácil
encontrar un motivo para hacerlo, seguimos viaje hacia La Secuita, en
cuyo término municipal se encuentra Vistabella, donde está ubicada la
iglesia del Sagrat Cor, una de las dos obras de Jujol que vamos a
visitar hoy.
Es frecuente referirse
a él como discípulo del más genial de los arquitectos, el también
oriundo de Tarragona Antonio Gaudí. Después de conocer su obra no me
parece del todo justo. Creo que Jujol merece destacar por si mismo.

No
contaría éste con la selecta clientela de Gaudí ni tampoco con el
mecenazgo de una persona como otro de sus ilustres paisanos, el Conde
Eusebio Guell. Eso le da más importancia a su obra, pues con recursos
escasos supo hacer verdaderas maravillas, la iglesia del Sagrat Cor de
Vistabella es un ejemplo de ello. No se limitaba nuestro personaje a su
faceta de arquitecto, en su persona se unían el dibujante, el pintor y
el artesano, que igual dejaba muestras de su arte en las pinturas de las
paredes o, utilizando los materiales más sencillos los transformaba en
los más diversos y bellos objetos.

Antes
de que nadie hablase de reciclaje, Jujol ya lo practicaba, así en sus
manos unas viejas latas de conserva se convertían en una curiosa lámpara
y cualquier trozo de hierro en un objeto de decoración. La iglesia de
Vistabella tuvo un presupuesto exiguo, lo que podían pagar los
habitantes de un lugar tan pequeño, y sin embargo es de esas obras que
despierta la sensibilidad de la mayoría de los que a ella se acercan.

Continuamos
nuestro paseo y lo hacemos por un terreno suavemente ondulado. En esos
campos podemos ver avellanos, almendros, algarrobos, algunos olivos y
predominando sobre cualquier otro cultivo, la viña. El vino, néctar de
la uva que, sin abusar, hace más llevadero y placentero el camino y que
en Tarragona empieza a tomar carta de naturaleza. En cualquier rincón de
nuestro camino encontraremos un restaurante donde tomarlo mientras
saciamos nuestro apetito.

Estamos
en la comarca del Alt Camp y en lugares como Renau, Bráfim y Vallmoll
podemos admirar alguno de los trabajos de Jujol, pero es en Montferri,
en la provincia de Tarragona, donde encontraremos su obra cumbre. Se
trata del Santuario de la Virgen de Montserrat cuyo origen, al parecer,
hay que buscar en una revelación que tuvo el jesuita Daniel María Vives
mientras rezaba a la Moreneta en Montserrat. Ésta, habría hecho ver al
religioso la necesidad de construir un templo en tierras de Tarragona,
para que pudiesen rezarle allí los devotos que no podían desplazarse
hasta la montaña. Daniel María Vives era natural de Montferri y fue en
ese lugar donde adquirió los terrenos en los que debía ubicarse el
Santuario.

Jujol
sería el arquitecto elegido para llevar a cabo esta obra que, como en
otras ocasiones, contaba con un presupuesto escaso que provenía de
donaciones. La mano de obra la aportaron de forma desinteresada gente
del lugar que fueron también los encargados de hacer los bloques para la
estructura, tochos y ladrillos, que se fabricaron con grava y arena del
río Gaià. Estos materiales mezclados con cemento y en algunos casos con
los residuos del carbón de las locomotoras de los trenes dieron forma a
un original y maravilloso templo.
 
 La
construcción del mismo ha sido una labor ardua que por distintos
avatares se ha prolongado unos setenta años, pero el resultado, a mi
modo de ver, es magnifico. La estructura recuerda a los picos de la
montaña de Montserrat y el interior de la iglesia, de una sola nave,
está presidido por el camerino de la Virgen al que se accede por dos
escaleras situadas a ambos lados del mismo. A mí, que como decía al
principio me gusta ver con el corazón, la obra de Josep María Jujol
realmente me despierta emociones.
©
Matía Ortega Carmona
http://www.tarragona-goig.org
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