LAS LEYENDAS

La Encina del dolor

© J. Noguera

Saliendo de Tarragona por la carretera a Santes Creus y Pont de Armentera, a escasa distancia del barrio de San Pedro y San Pablo y justo antes de cruzar el puente sobre la autopista, a mano derecha, sobre un pequeño montículo, se encuentra el “Mas Morató”.


Una de las esculturas que pueden verse desde el camino que rodea la actual finca.

La casa, rodeada de un frondoso bosque de pinos, queda prácticamente oculta a las miradas de los extraños, protegida por su entorno natural.

Actualmente la finca pertenece a un conocido artista y profesor de arte, y es un museo al aire libre de sus esculturas, algunas de las cuales pueden admirarse desde el camino comarcal de Mas Morató, que conduce, pasada la propiedad, a la urbanización Balcó de Tarragona.


Actual carretera del Pont de Armentera. El bosque del fondo pertenece a Mas Morató. La foto está tomada desde la otra parte de la carretera, en un antiguo camino cortado por la actual carretera. Esta parte, antaño tambien pertecía a Mas Morató.

Actualmente la finca ha sido rebautizada y casi nadie la conoce por su nombre original, ni tampoco al camino, aunque ambos nombres continúen siendo los vigentes en el catastro y en los mapas comarcales.

Antaño la hacienda era mucho más grande y continuaba más allá de la otra parte de la carretera.
Cerca de la actual entrada había, hasta los primeros años del pasado siglo XX, una encina enorme, varias veces centenaria, que todo el mundo conocía como “la encina del dolor”.


Camino de Mas Morató, desde donde se ve el bosque
y se adivina la nueva casa de los actuales propietarios.

 

Cuenta la leyenda que, hace unos siglos, vivía en la masia una familia con una hija única, “la pubilla”. También vivía con la familia un tío soltero al que daban albergue casi por compasión. Era un hombre arisco que despertaba las antipatías de cuantos le conocían.

La pubilla, hermosa y alegre, estaba enamorada de un joven, muy buena persona pero de condición modesta, vecino del cercano pueblo de la Secuita.

Al tío no le gustaba la relación ya que estaba convencido de que cuando se casara la pubilla con el joven, le echarían de casa.

Esta idea se convirtió en una obsesión y continuamente pensaba en cómo deshacer aquel futuro matrimonio.

Aprovechando que el joven iba y venía del pueblo al acabar su jornada, de noche, para visitar a su amada, el tío lo esperó oculto en la oscuridad y lo asesinó a golpes de hacha. Después arrojó su cuerpo junto a una finca cercana.

Posteriormente su extraña conducta le traicionaba constantemente y le puso bajo sospecha. Un día, viendo acercarse a los guardias, huyó y jamás volvió a saberse de él, confirmando las sospechas generales.

La muchacha, al comprender la tragedia, se sumió en una profunda desesperación. Al cabo de unos días, los payeses que con sus carros pasaban por la carretera vieron su cuerpo colgado de la gran encina.

Dicen que desde aquel día las ramas de la encina crecieron hacia abajo y la llamaron “la encina del dolor” en recuerdo de lo ocurrido.

Hoy existe el lugar, pero ni rastro de la encina, de la cual casi no queda ni el recuerdo.

Curiosamente, en la segunda mitad de la centuria de 1.800, se repitió el drama. En esta ocasión fue también el tío del joven “hereu” que encargó el asesinato de su sobrino a un mozo de la casa, para quedarse con la herencia. El mozo también lo asesinó de noche y con un hacha, pero en esta ocasión la justicia prendió a los criminales; el mozo fue condenado a la horca, y el tío a la cárcel. Después de unos treinta años, cumplida la condena, le vieron vagar por Tarragona y por la masía, con un enorme quiste en el cuello producido, según dicen, por la argolla de hierro que lo tenia sujeto durante su tiempo de prisión.

Esto es lo que todavía algunos cuentan pero que está casi en el olvido...

© J. Noguera
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Tarragona

Leyenda del fantasma de Ca l'Agapito

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Ca l'Agapito (Tarragona)Todos los edificios antiguos despiertan la imaginación popular y son candidatos a ser el centro de relatos y leyendas.

Un edificio entrañable de Tarragona, hoy propiedad municipal, es Ca l’Agapito.

Se trata de un antiguo beaterio de las dominicas que, cuando se trasladaron a su nuevo centro, a medianos del siglo XX, fue adquirido por un anticuario muy querido en la ciudad y que respondía al nombre de Agapito.

El beaterio de Santo Domingo de Tarragona fue fundado en 1668 por tres o cuatro religiosas procedentes del beaterio de Barcelona. En él, gran número de hermanas trabajaron con mucho entusiasmo en el apostolado de la enseñanza, siendo la primera comunidad femenina de Tarragona dedicada a este ministerio.

Agapito había nacido en la parte alta de Tarragona. Su padre tenía un pequeño negocio familiar de venta de carbón para uso doméstico y él se dedicó a la compra-venta de muebles viejos y otros objetos. Poco a poco su negoció mejoró y derivó al de anticuario y cuando adquirió el edificio del antiguo beaterio fijó allí su hogar y su comercio.

El edificio era muy grande, incluso disponía de un claustro que rodeaba un patio, y le permitía tener una amplia exposición de su oferta.

Han corrido rumores sobre gente que aseguraba haber visto sombras extrañas, imágenes de una monja, etc. Todos los rumores han sido desmentidos (incluso en un programa de la radio local sobre temas de misterio) por la viuda de Agapito, que todavía reside en la ciudad y que vivió en la casa durante muchos años; por lo tanto cabe suponer que las historias son inventos y habladurías.

A pesar de todo, hace ya algunos años, escuché una historia simpática que, pese a tener la convicción de su falta de fundamento, os la brindo por su singularidad.

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Ca l'Agapito (Tarragona)La mayoría de fantasmas son espíritus atormentados que aparecen de noche, sin embargo, cuentan que hace ya muchos años, por los alrededores de Ca l’Agapito aparecía, a plena luz del día, un extraño viejo que se dirigía a los niños y les regañaba severamente si habían dicho palabrotas o habían realizado alguna travesura.

Era una especie do “hombre del saco” de otra dimensión que, reprendiendo a los pequeños, colaboraba en su educación asustándoles sin hacerles daño alguno.

Sin duda la historia no tiene fundamento alguno, pero llamó mi atención ya que andamos muy escasos de fantasmas amables.

© J. Noguera
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Tarragona

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